miércoles, 2 de marzo de 2011

LAS DESGRACIAS DE VIAJAR.

   Los acontecimientos que a continuación relato, en tono de humor, aunque en su momento solo nos ocasionaron dolores de cabeza y angustias, tuvieron lugar tal y como son contados y por increíble que parezca, todos nos sucedieron en el mismo viaje.

   El viaje en cuestión salió de un momento de locura o enajenación mental entre dos amigos con tiempo libre, algo de dinero y muchas ganas de aventura. Pecamos, es cierto del ansia por recorrer países sin ton ni son, el típico síndrome del viajero primerizo.

Los protagonistas del viaje
   Colocamos una tarde un mapa de Europa sobre la mesa y comenzamos a trazar líneas de un país a otro sin darnos cuenta de la distancia real entre los puntos (parecía tan insignificante la distancia entre Ginebra y París que podríamos desayunar un chocolate estupendo en Suiza y estar por la tarde degustando un creppe francés con mermelada viendo el anochecer en los Campos Eliseos….Bendita inocencia, se nos hacía la boca agua y se nos ponían los ojos como platos dejando volar la imaginación con todos los lugares espectaculares que íbamos a ver en escasos 15 días.

   Los primeros pasos fueron muy fáciles de dar, y eso ayudó a que nuestra ilusión aumentara (era la calma que se avecina antes de una tempestad supongo), el vuelo a Suiza, nuestro primer destino, el billete de interrail que nos aseguraba las conexiones en tren casi con total libertad de movimientos, los primeros días en un país tan espectacular como Suiza, los Alpes, Ginebra, Berna…Unas vacaciones maravillosas

Pilar Lopez de Ayala en Paris
   Los problemas comienzan en París. Tras dos días visitando la ciudad una huelga de transportes amenazaba con dejar paralizado Francia, con nosotros dentro de ella. Tomamos la decisión de abandonar la ciudad del amor, pasar a Bélgica y tras una serie de visitas fugaces a ciudades como Brujas y Bruselas, enlazar con un tren nocturno que nos dejase en Berlín al día siguiente, frescos para recorrer la ciudad y ya allí, estar tranquilos un par de días.

   La situación, por caótica que pareciera, iba bien, sin profundizar mucho en cada ciudad, sí pudimos conocer la parte más turística de Brujas, una ciudad sacada de un cuento de hadas; visitar la Marktplatze y el Manekken Pis en Bruselas, es decir, lo turístico de cada ciudad y lo que nos permitían las escasas tres o cuatro horas que disponíamos en ellas. Sin embargo en el transbordo en Lieja, todo lo blanco se tornó negro y comenzaron a acumularse las situaciones rocambolescas.

   En Lieja teníamos un transbordo de dos horas, esperando a tomar un tren nocturno que salía de París (recordad el asunto de la Huelga de transportes que nosotros ya habíamos olvidado) y llegaba por la mañana a la capital alemana. Durante esas dos horas nos dedicamos a, sin eufemismos, molestar con nuestra hiperactividad a los mendigos que a esas horas se disponían a acostarse. Anduvimos armando jaleo hasta que en una de nuestras salidas a la calle, nos cerraron literalmente la puerta de la sala, quedándonos en el andén a una temperatura que en Octubre, bajaba de los 0 grados.

Nuestros compañeros de desventuras
   Decidimos sentarnos a esperar el tren, que pasaba a las 12 de la noche. Junto a nosotros dos personas más, dos chicos de nuestra edad, uno de rasgos orientales y otro de rasgos albinos. Si algo caracteriza a los trenes en Europa es que rozan la espectacularidad con los horarios, si un tren tiene que pasar a las 12.03, no hay duda de que, salvo en España, el tren a las 12.03 estará en el andén y a punto de partir. Sin embargo, y como cantaba Sabina, esa noche nos dieron las 12, y la 1 y las 2 y al amacener cuando nos encontró la luna, seguíamos los cuatro tiritando en ese andén. Tal era el frío que recuerdo haberme forrado de capas de ropa como una cebolla, y puesto el saco de dormir por encima. Ya habíamos entablado conversación con nuestros dos compañeros, uno vietnamita y otro australiano, en un inglés básico, españolizado y con mucho acompañamiento gestual.

   A las 2 y visto que no teníamos noticias, decidimos movernos y comenzar a buscar respuestas a esa situación. Encontramos un número de teléfono, pero no disponíamos de móvil. Había trabajando (a esas horas de la noche, sí, creo haber mencionado que no estábamos en España) un grupo de personas colocando la marquesina de la estación. En mi limitado inglés quise hacerme entender y explicar mi situación, pero el trabajador puso una cara muy extraña y en un correcto español con acento gallego muy cerrado, le dijo a su compañero: - no entiendo nada de lo que me está diciendo. Eran españoles¡¡¡

   Resulta que la marquesina era obra de Santiago Calatrava y había requerido mano de obra española. Muy amable se ofreció a llamar y nos informó que la huelga de trenes francesa había detenido nuestro tren en la frontera. Por tanto no podríamos salir de Lieja hasta primera hora de la mañana con un tren que nos llevaría, tras dos transbordos, a Berlín a eso de la hora de comer. Podríamos pasar la noche en uno de los muchos bares que estaban abiertos en las traseras de la estación (sí, abiertos a esas horas de la noche)

   Solo un vistazo a los bares a los que se refería, me dio la respuesta a porqué estaban abiertos de madrugada: Luces de colores, barra americana, cabareteras….Íbamos a pasar la noche en un local de alterne. La situación era tan absurda que pasamos la noche jugando a las cartas, con el vietnamita, siempre sonriente, y cuyas únicas palabras en español eran: -mañana, mañana. Que llega a asustar cuando te las dice mirándote a los ojos y con un rictus sonriente permanente, daba mucho miedo. Nuestro compañero australiano había llegado a la conclusión de que la cerveza era realmente barata y se dedicó a pedir una cerveza tras otra durante todo el resto de la noche…Bárbaro como bebía este chico, tenía que tener un equipo de Rugby dentro de su estómago celebrando el más apoteósico de los terceros tiempos. Solo decir que Pablo, mi compañero de viaje y yo, acabamos aprendiendo italiano con la cabaretera, Amandine, una chica encantadora.

Amandine, cabaretera en Lieja
   Conseguimos pasar la noche, y sin dormir, tras 36 horas despiertos y dos transbordos más, llegamos a Berlín. Con mi escaso inglés de educación básica, nos costó horrores comprender el funcionamiento del transporte público de esa ciudad. Y a pesar de que se apiadaron de nosotros y nos ayudaron a sacar el billete de metro, fue dejarnos solos y liarla. No teníamos conocimiento de que el billete sencillo tiene una limitación de tiempo, pues justo, nos dejamos caducar el billete. Llegó un momento en que, a falta de dos estaciones para nuestro destino, nos hayamos en una encrucijada: Jugárnosla a que no nos pidieran nuestro billete caducado o sacar un billete nuevo para pasar esas dos estaciones. Juro que íbamos a sacar el billete al ver al fondo aparecer a los controladores con su uniforme inconfundible, pero en ese momento llegó el metro, sonó una música celestial y delante de nuestras narices se abrieron las puertas, nos pudo la tentación y montamos.

Hora de llegada a Berlin, salimos a las 09.00 del día anterior
   Fue montar, cerrarse las puertas y una controladora vestida de paisana, sacó su acreditación y comenzó a pedir billetes…El resto es fácil de imaginar, con nuestros billetes caducados y poniendo toda la cara de estúpidos que pudimos, nos bajan del metro, y nos explican amablemente, que nos corresponde una multa de 40 euros a cada uno, a pagar inmediatamente o reclamarla por la mañana…Señora por Dios, no entiendo nada de lo que me dice, si no se sacar un mísero billete de metro, ¿qué le hace pensar que voy a ser capaz de hacer una reclamación de la multa?

   Agotados, tanto física como psicológicamente, llegamos a cenar a nuestro albergue. Dormir en Berlín por 8 euros con desayuno incluido es extraordinario. Cenamos, a nuestro lado un grupo también español terminaba también su día, es agradable estar tan lejos de casa y escuchar palabras conocidas….o no¡¡¡  Cuando todo hacía pensar que el día no podía depararnos más quebraderos de cabeza, mi compañero de viaje, pierde por un momento de vista su riñonera, con documentación, tarjetas de banco y dinero.

Gente que se apiada de nosotros y nos ayuda
   Fue a la mañana siguiente cuando al hacer el equipaje se da cuenta de que le falta. Corriendo llegamos al comedor y sí, allí estaba la riñonera, sin dinero ni tarjeta de crédito…nuestros queridos compatriotas habían esquilmado el contenido, pero al menos habían tenido el detalle de dejar el D.N.I. Hallá donde os encontreis, muchas gracias¡¡¡

   Tras numerosos trámites por Internet y medio día perdido, con la moral baja escapamos de Alemania y encaminamos nuestros pasos a Praga. En bendito momento no nos dimos la vuelta y acabamos nuestra aventura en Torremolinos. Praga pasa por ser una de las ciudades más bellas del mundo: El puente de Carlos, el reloj astronómico, la Catedral de San Vito, una ciudad donde lo antiguo y lo moderno se complementan y una mezcla de culturas la convierte en un destino apetecible y especial. Para mi Praga siempre quedará en la memoria por otros motivos diferentes.

   Llegamos muy tarde a Praga, rondaban las 12 de la noche y temíamos encontrar cerrado el albergue, llegábamos a una ciudad desconocida, sin moneda cambiada, sin mapa y sin ningún tipo de orientación y esa conjunción de factores nos encaminó a tomar la más fatal de las opciones: Tomar un taxi hasta el albergue.

En Praga con Carmen Martinez Bordiu
   Para futuros viajeros, en Praga conviven taxis acreditados con taxistas que se dedican a desplumar a personas con las características que reuníamos nosotros en ese momento, es que teníamos en la frente un cartel que decía en todos los idiomas: Soy guiri, todo mi dinero es tuyo. En buen momento montamos en ese taxi, yo que no cojo un taxi en mi ciudad ni para ir al hospital. Total, que una carrera que rondaba los 10 euros con una tarifa normal, se convirtió en una carrera de 100 euros y porque ya el ritmo desenfrenado del contador me alertó de lo que estaba sucediendo. 100 euros por 5 minutos de taxi¡¡¡ Esa noche en el albergue la recepcionista, tras contarle la situación, me invitó a un café de máquina… me queda un consuelo, esa noche una familia checa cenó langosta a nuestra costa.

   Olvidado el robo impune del taxista (volvimos a la estación a ver si nos lo encontrábamos, pero como es lógico no pudimos dar con el, es más me juego un dedo a que ese taxista se tomó el resto de la semana libre) dedicamos unos días a recorrer la ciudad, probar su cerveza, conocer sus monumentos, comer ya teníamos que comer en restaurantes de comida rápida porque entre multas, timos y robos, nuestra economía era ya bastante precaria.

   Una de las noches, decidimos salir a pasear por la zona más turística, por las avenidas más comerciales y que mantenían la iluminación hasta altas horas. Sin embargo, nos desorientamos en algún momento y acabamos en la orilla del río. Aplicando la lógica, si seguíamos el margen del río, encontraríamos el Puente de Carlos y desde ahí el centro rápidamente, pero era tal nuestra desorientación, que cogimos la dirección opuesta y no corregimos nuestro error hasta que se acabó la ciudad, las luces y las casas y las barriadas eran tan marginales que temimos por nuestra integridad.

   Desandamos el camino y llegamos al centro, agotados, desanimados y a unas horas imprudentes, nos dirigíamos a nuestro albergue. Curiosamente, las calles bulliciosas, tan llenas de vida, turistas y luces se habían convertido en antros de droga, prostitución y maleantes. Con la cabeza muy baja y el corazón encogido intentamos pasar todo lo desapercibidos posible, craso error…

   En un momento, advertimos que dos individuos paseaban frente a nosotros, no nos dimos cuenta de su apariencia y nada nos hizo estar alerta. Un grito y una patada en el pecho me lanzó despedido varios metros atrás, cayendo como una tortuga boca arriba y sin saber realmente que tipo de fuerza de la naturaleza había conseguido tal cosa. La situación debió de ser esta: Dos individuos de apariencia nazi, musculados hasta los cordones de sus enormes botas, habían sufrido algún tipo de interferencia en sus reducidos cerebros y se estaban volviendo medio locos. En cuestión de décimas de segundo, yo me ví perseguido por uno de esos orangutanes, mientras a Pablo le agredía otro y salía huyendo en dirección opuesta a la mía.

   Si algo me ha dado la genética, son dos piernas y una bombona de adrenalina en mi cuerpo del tamaño de un camión nodriza de bomberos, fue fácil escaparme y esconderme en una callejuela, viendo pasar a mis perseguidores, los cuales….!!! se sentaron a tomar un café en una terraza cercana¡¡¡

   De este modo, nos vimos cada uno de nosotros en un extremo de una larga calle, la noche de un oscuro día de Octubre, a una hora inapropiada y en una ciudad que no conocíamos y que solo nos había ofrecido sinsabores y disgustos. Por extraño que parezca, llegamos a encontrarnos tras una breve búsqueda con el corazón latiendo tan rápido que parecía querer salirse de mi cuerpo y escapar de ese país para volverse a España a terminar las vacaciones escondido en una casita rural de la montaña palentina.

   Nos miramos y sin cruzar palabra, nos escondimos en nuestro albergue, tapándonos tanto con la manta que bien pudimos haber muerto asfixiados. Tras unos instantes, quizás una hora, de debajo de ambas mantas comenzaron a escucharse risitas flojas que acabaron en carcajadas y comentarios jocosos…y es que si algo tenemos es sentido del humor y de la ironía.

   A la mañana siguiente hicimos las mochilas, buscamos el primer tren que escapara de Praga y cambiamos todo nuestro plan de aventuras, abandonamos la idea de conocer Viena y escogimos Italia para acabar los últimos días del viaje, un país típico mediterráneo y con un idioma fácilmente entendible hasta para nuestros oídos.  Estuvimos esperando en el andén cerca de cuatro horas, sin movernos de allí, cada vez que alguien nos miraba fijamente nos cambiábamos de sitio, si se nos sentaba alguien al lado, nos movíamos a la otra punta de la estación, y tras otro tren nocturno interminable, pisamos Venecia y doy fe de ello que nos agachamos y besamos esa tierra que ya sí, no nos depararía más sorpresas en los últimos días de este apasionante viaje que he contado

1 comentario:

  1. un gran aplauso por tu estupenda redacción :D
    no sabia yo que a los huevos fritos les pasaran tantas cosas xD jejeje
    muy muy chulo me ha gustado mucho :)

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