Me está costando horrores sacar tiempo para avanzar el diario de viaje, ya son varios meses los que llevaba anclado en Delhi.
Ha quedado claro que Delhi es caos, ruido, olores, tráfico y una hiperestimulación para los sentidos tan bestial que deseas alejarte de ella en cuanto puedes. Tras regatear un montón de ofrecimientos que se escapaban de nuestra idea principal, a través del hostal en el que estábamos alojados conseguimos billetes para Bikaner ¿Por qué Bikaner? Pues ahora mismo tampoco lo sabría justificar, simplemente era una salida rápida de allí y un punto de inicio para recorrer Rajasthan.
Puede que nos la colaran en los billetes y que nos vendieran Bikaner como un sitio bonito e imprescindible, en ese momento acabábamos de empezar a pelearnos con las agencias, los hostales, la población india...quizá pecamos de novatos y nos fiamos o no supimos buscar alternativas, pues el tema de las reservas de tren era muy nuevo para nosotros,en se momento estabamos muy despistados y muy nuevos en el asunto, el caso es que la cosa nos salió bien y desde Delhi tomamos nuestro primer tren hasta las puertas de entrada al desierto de Thar, cerca ya de la frontera con Pakistán.
Bikaner es una
ciudad amurallada en medio del desierto de Thar que en el pasado estuvo dominada
por el imperio mogol y fue una importante ciudad de paso de caravanas de
comerciantes, lo que dejó en ella una gran riqueza que se refleja en las
lujosas fachadas de sus havelis o casas de los comerciantes.
Llegamos a una ciudad de calles sin asfaltar, atestada de
vacas y camellos ¡camellos!, solo traíamos una referencia de alojamiento cogido
de la Lonely pero completamente a ciegas (Vino Paying Guest House, bastante
recomendable por trato y precio)
Al llegar a la estación nos asalta un orondo conductor de tuc tuc, creo recordar que su nombre era algo como Monu. (su tuc tuc es su moto
decía el colgao, y conducía como Valentino Rossi la verdad, nos la jugamos en
cada trayecto) Conseguimos que nos llevase a nuestro alojamiento y al final se
puso tan pesado que acordamos con él una ruta guiada en tuc tuc, ya no recuerdo
si por unas 800 rupias unas 4 horas donde nos llevaría a ver las cosillas más
importantes de Bikaner.
Aparte de llevarnos a ver el casco antiguo, las havelis, la
granja de cría de camellos, el fuerte de Junaghar y el Laxmi Niwas Palace, de tener un
accidente con el tuc tuc y desmontar medio cacharro, Monu hace algo mucho más
importante por nosotros y es presentarnos a Bilalh. No sabría describir a Bilalh,
es un autentico personaje indio que se porta fenomenal con nosotros durante dos
días. Nos hace de guía, nos lleva a sitios en los que nosotros solos jamás nos
hubiésemos metido, como el cuchitril oscuro donde nos tomamos un te chai con los
paisanos y el hombre de los bigotes más grandes que jamás he visto, el templo
jainista o el mercado de tejidos. Llueve a mares en Bikaner pero me parece un
lugar pintoresco y curioso, derribamos los miedos poco a poco e interaccionamos
más con la gente, acabamos metidos en dhabas tomando chais sin miedo a las posibles
consecuencias de esa bebida para nuestros estómagos.
Al día siguiente una de las visitas más pintorescas, el
templo de Karni Mata, el templo de las ratas. Situado en
Deshnok, a 10km de Bikaner (bien conectado en autobús) está lleno de
pequeñas ratas que los hindúes consideran sagradas y que reocrren el templo a
su bola, mires donde mires las tienes a su vez mirándote a ti. Hay varios cuencos
con leche para que beban. Como cualquier templo es obligatorio dejar los zapatos
fuera. Así que se recomienda llevar unos calcetines que no les tengas mucho
cariño porque el suelo está bastante sucio, bueno, es indescriptible el lugar
todo él.
Pensábamos que tendríamos el resto del día solos por
Bikaner, pero un grito en el aire y allí está Bilal de nuevo. Acabaríamos con
él, visitando rinconcillos pintorescos, comiendo, disfrutando de unos chais y el
mismo Bilal nos ayudaría a sacar los billetes en un autobús nocturno hasta Jaisalmer.
Un autentico personaje y un acierto que se cruzase en nuestro camino.
Jaisalmer.
Llegamos a la ciudad dorada de madrugada, tras un sufrido viaje en un bus nocturno
que puede recibir cualquier calificativo menos cómodo y recomendable. Las carreteras
sin asfaltar llenas de baches, la llegada a cada población acompañada de una
sirena que parece sacada de una atracción de coches de choque...y todo metido
en un habitáculo no más grande que un ataud... toda una experiencia.
Para mí la llegada a Jaisalmer es uno de los momentos más
mágicos del viaje. Son las 5 de la mañana, es de noche, las calles están
vacías. Llegamos andando hasta la puerta de nuestro albergue. No lo esperamos
coger abierto por lo que nos sentamos en la puerta, la temperatura es muy
agradable y de repente arranca una oración desde un minarete, simplemente
sobrecogedor. Un momento espectacular.
El albergue abre a las 6 y tienen la deferencia de dejarnos
ocupar la habitación por lo que podemos dormir hasta la mañana, lo que es un
descanso tremendo pues el viaje ha sido agotador.
El dueño de nuestro albergue (ahora mismo estoy venga a buscar el nombre porque el sitio es bonito y su terraza supercómoda, pero no lo encuentro) es un personajazo superpeculiar
que nos dejará algún que otro momento inolvidable del viaje. Nos ofrece y al
final nos convence para realizar con ellos la excursión en camello y la noche
en el desierto al día siguiente. Durante ese día recorremos la ciudad antigua
de Jaisalmer. La imponente ciudad amurallada esconde un casco histórico
precioso, donde encontramos un montón de templos jainistas ricamente
esculpidos. Caminamos sin rumbo, la gente nos aborda para que le saquemos
fotos, conozcamos sus hogares o sencillamente para ver si nos sacan unas
rupias. La comida desde un mirador en lo alto de la ciudad es un momento muy agradable, el tiempo
acompaña y la ciudad es preciosa. Conocemos a Fede, un sevillano que lleva
deambulando ya un tiempo por India sacando fotografías para un proyecto
personal. Esa noche compartimos un rato de experiencias tomando un Lassi con
él. Nos volveremos a reencontrar a lo largo del viaje otra vez más.
La excursión en camello nos apetecía muchísimo, nos acercan
en coche a una granja en medio ya del desierto donde nos ensillan un camello a
cada uno, realizamos una caminata entre arena de una horilla y nos adentran en el
desierto de Thar. Nuestro guía nos monta una especie de camastros al aire libre y
nos cocina una cena típica de legumbres y arroz. Está todo tan globalizado que
en una hora me consigue una cerveza, que trae un paisano en la mano desde una
población cercana... Al día siguiente descubrí que el tío se había recorrido andando
varios kilómetros con la cerveza en la mano, se esperó a que me la bebiese, me
la cobró bien cobrada (300 rupias, que aquí son 3 euros aprox....allí para una
bebida es un lujo) y se volvió por donde había venido.
Disfrutamos de la puesta de sol y nos recostamos en nuestros
camastros a pasar la noche al aire libre, solo molestados por un par de perros
pesados y las rachas de aire que se llevan mi almohadilla hasta los morros de
uno de los camellos. La excursión es muy agradable a pesar de que nos habían vendido la moto de
los bailes y el contacto con la población del desierto.
De mañaneo realizamos una parada en una población para
disfrutar de un ratillo en su escuela con los niños, nos cantan nos recitan,
todo con una disciplina y un respeto que jamás veremos aquí. Tras un
incidente con mi montura, en la que acabamos en el suelo el guía y yo...algo
magullado y acojonado, terminamos el paseo y regresamos a Jaisalmer, donde
tenemos alguna palabra que otra con el dueño del hostel, que debe ser un poco trapicheos
porque nos pide rápido los pasaportes y nos dice que si nos preguntan los
militares que hay por el albergue digamos que acabamos de llegar.(a saber si no enuentro el nombre del hostal porque se lo han clausurado) El tío nos
pone en un desvelo continuo pero ole nuestros cojones, acabamos en un coche
metidos con él para visitar una aldea abandonada a una media hora.
La aldea Kuldhara es considerada
una aldea maldita porque en ella desaparecieron misteriosamente todos sus
habitantes, 1500 personas, de la noche a la mañana. Algunos ancianos
de los pueblos de los alrededores en el desierto de
Thar, creen que dejaron atrás una maldición que trae la muerte a
cualquier persona que trata de vivir en este pueblo abandonado.
Según la leyenda, Salim Singh – el
gobernante de Jaisalmer – le había echado el ojo a una joven y bella residente
del pueblo y quería casarse con ella, dejándola con una elección. Él le dio a
pensar sólo en un día, y en caso de negativa, amenazó con matar a todos los
habitantes del pueblo. El padre de la chica era el jefe de la comunidad, y decidió
que todos los residentes deben abandonar sus hogares para escapar de la ira del
gobernante y de la muerte.
La Paranormal Sociedad de Delhi envió un equipo de
30 personas a una estancia de una noche en este pueblo abandonado. Según ellos, encontraron allí misteriosas sombras que se movían, fueron
perseguidos por algunas voces, y algunos de ellos incluso sintieron el toque de
fantasmas. Nosotros disfrutamos de la puesta de sol, que es un momento bastante tranquilo entre todo el caos de las ciudades indias.
Al día siguiente abandonaremos Jaisalmer y nuestro próximo destino será
Jodhpur, pero ese destino y el resto de aventuras ya serán abordadas en el siguiente post.