Para subir a la Sierra del Castillo, buscaremos una época no comprendida
entre Febrero y Junio. Por respeto a las aves que durante ese periodo anidan en
los riscos. Buitres, águilas y alguna Cigüeña negra. De Febrero a Junio
nosotros mismos nos prohibiremos andar estos caminos.
Empezamos cortafuego arriba, venciendo un gran desnivel positivo, dejando a nuestra izquierda la
pista de la cadena, y a la derecha el nudo de la pista de Rebollosa, la que nos lleva a la Fuente Mundo y la de las Peñas del Horno. Bordeamos los
primeros canchales por la derecha y llegamos a la caseta de vigilancia de
incendios. Descansamos observando a nuestra derecha el Puerto, Belén, el Rincón
de Robledillo, merece la pena. Tenemos una panorámica del cordal Este de la Sierra de la Orconera,
collado de la Portilla la Bejarana, nacimiento del arroyo del Cabril Si miramos por la izquierda vemos los pinares de
la Zamarra , el puente en el río Alagón y en el horizonte la Sierra de Bejar.
Saliendo de la caseta descendemos, siempre por el vértice de
la sierra, hasta un pequeño descanso, el Regajo Chico, que decían los antiguos.
Ahora viene una subida corta y rápida y comienza a bajar suavemente de nuevo, después de un rato se
acentúa llegando a otro descanso, el
Regajo Grande. Tomamos fuerzas para iniciar la subida mas fuerte del pico la
Mina.
Justo antes de llegar arriba en la dirección que
llevamos nos encontramos con unas bocas, sobre todo una que entra hacia las entrañas de la sierra, un
pozo no muy profundo pero si peligroso, en ciertas épocas del año porque podemos
resbalar, debido a la humedad, en el fondo, puede haber agua, se puede bajar , siempre que
llevemos una linterna y mucho cuidado, el mismo cuidado y respeto también que pido para el increible ejemplar del helecho Dryopteryx filix mas que aparece como centinela de la entrada.
"Se sabe que en la época romana, en el paraje de La Ferrería
se habría trabajado el mineral de hierro, extraído en antiguas
explotaciones cercanas al río Alagón, estas bocs que aparecen a nuestros pies son restos de algunas de estas explotaciones mineras, ya abandonadas, debido a la escasa concentración de mineral en el terreno"
Salteando los riscos llegamos arriba y comenzamos a bajar
siguiendo la dirección que traíamos. El camino lo dejamos en el Regajo Grande,
ahora es andar entre jaras, no es difícil
porque aquí las jaras son pequeñas y entre ellas siempre hay una senda
de las cabras.
Lo importante es ir siempre por el vértice, no caernos ni a
un lado ni a otro de la sierra. Una vez que dejamos de bajar, que la tierra a
nuestros pies toma la horizontal, nos encontramos frente a una piedra enorme en la mitad, como puesta para
merendar, esta piedra es la llamada Mesa del Marques. Hace años en la parte
superior se veía un mantel precioso, un gran fósil de cruzianas de Trilobites adornaba toda ella, hoy por
desgracia, ha sido esquilamado y prácticamente desaparecido.
De aquí estamos muy cerca de nuestro destino, andamos unos
metros y nos encontramos unos canchales bajos a nuestra izquierda, por debajo
de estos se ve el sendero que llega a la boca de la cueva. Son diez minutos
escasos desde la Mesa del Marques a la entrada, pero sin camino, con mucha
precaución, en esta última bajada podemos torcernos un pie fácilmente. No tiene pérdida, en la siguiente cresta a la mesa del marques aparecen dos hitos de piedras amontonadas que nos marcan el punto exacto donde comenzar a descender a nuestra izquierda.
Estamos
a la entrada de la cueva, una boca grande, por encima de esta, dos ojos que dan luz a la
entrada. La cueva es pequeña, con muchas
leyendas: la de la mora encerrada, la del tesoro, la del túnel. Leyendas que
han pasado de boca en boca desde tiempos remotos hasta nuestros días.
"Se relata que al suroeste del pueblo, en la cumbre de la Sierra del
Castillo, donde existen restos de pinturas rupestres y algunos vestigios
de minas romanas, se encuentra una profunda gruta, lugar donde al
parecer fue escondido el fabuloso tesoro de los reyes visigodos,
transportado en su huida por Don Rodrigo, que se refugió por estas
tierras tras la derrota del río Guadalete ante las tropas de Tarik y
Muzza. Junto a este tesoro, el emir árabe que lo descubrió, encerró a su
hija, enamorada de un cristiano. En esa cueva que desde entonces
comenzó a llamarse la Cueva de la Mora, el señor de éstas tierras
enterró sus mejores tesoros: su hija y el oro. Sigue la leyenda que pasados los años, parte del tesoro (el resto
todavía esta sin descubrir), fue encontrado por el duque de Béjar, que
lo emplearía para montar las empresas textiles de la ciudad de Béjar"
Si nos
encontramos con ánimos y no ha salido aún el sol, podemos observar cuál es la primera madroñera que recibe los primeros rayos
del sol para buscar en su pie, pues dice la leyenda que junto a ese arbusto
esta el resto del tesoro de la mora.
El regreso lo haremos por el mismo camino, al menos en
principio. No escuchemos a guías mas o menos informados, que nos saquen del recorrido que hemos realizado, pues el
monte está muy espeso ( brezos, jaras madroñeras, pinos ) y nos veremos en un
compromiso para salir, además de muchos arañazos. Cuanto más nos alejemos del
vértice a un lado o a otro peor más difícil está. Si nos hemos despistado y nos
encontramos en parecidas circunstancias, junto a los riscos subamos a lo mas
alto. Por experiencia, aconsejo no salir de
los caminos, si no se tiene una seguridad, o conocimiento muy claro del mismo.
Desde el Regajo Grande, si queremos podemos bajar por el
cortafuegos que va a la pista de la cadena, al igual que desde la caseta de
vigilancia de incendios o desde este mismo punto, sale una pista forestal que baja haciendo
un quiebro hasta la pista principal, por ella
suben en coche los vigilantes, en época
estival.