Un nuevo sendero, esta vez aprovechando mi semana en Hinojos (Hueeerva). No tiene la complejidad que dicen las páginas donde me he informado, pero la verdad es que andar 4 kilómetros por arena de playa te deja los tobillos como los cojones del caballo de Espartero...Sin embargo el camino es muy agradable y merece la pena llegar al final porque la vista es sencillamente IM-PREZIONANTE que diria Jesulín de Ubrique.
Para iniciar este recorrido circular nos desplazamos a Matalascañas. Por el camino nos encontramos la aldea del Rocío y los centros de interpretación de la Rocina y el Acebuche...Estamos en el Parque Nacional de Doñana y es una auténtica pasada. Alucinas pepinillos con lo que hay montado en el Rocío, no solo alrededor de la fe y la religión, también del mundo del caballo y del flamenco...La verdad es que me intenté centrar en la avifauna de las marismas y dejar un poquito de lado los folclores diversos.
Ya en Matalascañas tomamos la primera rotonda hacia Mazagón, el sendero parte desde la carretera de Huelva - Matalascañas (H- 492) a la altura del Km. 4, hay una pequeña zona de aparcamiento y una verja con tranca (imagino que para evitar que se escapen las mandas de linces que campean a sus anchas por estos parajes.....es ironía, ese bicho cada vez estoy más seguro que es un invento de la Junta de Andalucía)
El sendero es circular, con varios desniveles. La laguna que da nombre al recorrido no era tal laguna, estaba totalmente desecada, asique de aves nada de nada...Caminamos entre pinares de piñonero, muy agradable, se ve muy poquita gente y la sensación de paz es infinita. Ascendemos una gran duna y llegamos al final del camino y....los ojos como platos porque te das de sopetón con la inmensidad del océano, estamos sobre el Acantilado del Asperillo, Monumento Natural de Andalucía.
El Asperillo consiste en un sistema de dunas fósiles que se extienden a lo largo de doce hectáreas de costa y que está desmantelado por la erosión que realizan las olas del mar, dejando a la vista las diferentes facies sedimentarias.
Aprovechando algunos de los lugares erosionados por el agua puedes bajar a la playa, aunque con alguna dificultad, y desde allí observar de frente el acantilado, estamos ahora en una magnífica playa virgen, en la que no hay ni un alma...Simplemente idílico, un bañito y regresas a casa con la sonrisa tonta. Merece la pena acercarse si andamos cerca, lo malo es que se te llenan las botas de arena...asi está el Córdoba, que podría plantar fresas dentro.
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